«Sólo se tiene poder sobre las personas mientras no se les
oprima demasiado; porque si a una persona se le priva de lo
que considera fundamental, considerará que ya nada tiene
que perder y se liberará de esa sujeción a cualquier precio»
Alexander Solzhenitsyn.
Este documento que transita ahora en sus
manos es una antología con tres poetas obstinados que se esparcen como espesa
tinta o mala semilla en una mala tierra, en un desierto todo cubierto de necesidad.
Pero no nos engañemos, vivimos, y puede ser hasta un halago, en una frontera
tripartita con la necesidad en la boca y el bolsillo, hambre excesiva por lo
irrelevante, lo superficial, por la última novedad tecnológica, la última
chuchería del mercadillo y del mall. Pero es justo ahí, en tan precarias
condiciones que estos tres poetas tras sacudirse el polvo del desierto,
decidieron ya no ser la simpática buganvilla y al fin asumir el rol resistente
y terco de una siempreviva, aliada vegetación del desierto pero también su
contrincante. Ellos sufren al desierto, pero el desierto también los sufre a ellos,
el desierto que representa lo inane, lo seco e improductivo, sabe que la
siempreviva no vino para decorar el desierto, sino para resistirle. Estos jóvenes
poetas escriben liberados, libres para transgredir el lenguaje, fundar su pie
en la pampa, abrir zanjas, peinar la zona con ojos voraces, subir al micro,
mordisquearse con las ratas, llenar su tórax de asfalto y necesidad, llenar el
techo de su mollera con latas de mezcla y asma.
Esta Poética del desierto es movimiento
en pleno acto, una poesía reconociéndose hito en la literatura tacneña, una poética
que se robustece, devorando autores, escupiendo los huesos de sus mayores y cascando
lo aún comestible que contienen. Estos poetas no hablan de bodegones, campiñas
o de casas tradicionales con mojinete, ni de algún héroe de la época del
cautiverio, ni del “lodo eso nunca”, ni del repase, ni de las rabonas. No son
amorosos cuando hablan del amor, si acaso tocan el tema del amor es sólo para
abrirse más el tajo. Ellos creen que de esos temas ya se ha hablado demasiado,
y no parecen estar dispuestos al rol pasivo de sólo aplaudir, bien sentaditos,
bien peinaditos como en su primera comunión. Estos tres, exigen a gritos su
excomunión. No están dispuestos a resignarse y asentir la cabeza de pura devoción
y aprobación. El poeta Jorge Pimentel confiesa que escribió su poemario “Tromba
de agosto” a pie, recorriendo Lima, aspirando a Lima, para contagiarse
(infectarse) más de Lima, para luego como estocada final, sentarse en un bar y
escribir. Quede Ud. advertido que estos tres poetas construyen su propia épica,
su propia ópera inconclusa. Y si desafinan, desentonan o improvisan, es la
misma estética que usan los músicos de jazz, donde la improvisación no es una
lisura ni una mala palabra, es más bien su esencia: el cambio perpetuo. Quede
Ud. advertido entonces, que estos tres están en sus trece. Porque la poesía
también es música en movimiento y no una caja de zapatos o un seco e
interactivo manual de instrucciones, para clickear “me gusta”. Pero déjenme
decirles que cuando quieren y pueden se antojan rítmicos. Son conscientes que
los comerciantes, la mayor fauna de la población económicamente activa en
Tacna, no leerán su experimentalismo en poesía, es más no leerán ni por
curiosidad siquiera la poesía. Pero esta realidad desorejada y sorda en la que
nacieron, les abre el apetito y coquetean con la tentación de trepanar el duro
hueso de las cabezas para intentar algún tipo de conexión con sus contemporáneos,
pero es un método o camino que ellos tienen para expresar y arrojar su
amor-repulsión a esta tierra de mercadilleros, oficinistas de bancos y
anfitrionas de frontera.
Finalmente, podemos agregar que este
proyecto de poesía del grupo de los letrasérticos va cobrando forma, uñas y
temperamento. Pero no para seguir un molde de la poética tradicional, ni para
ser una fotocopia chuma, pálida, sin chiste de bloqueta artesanal, son poéticas
que se arriesgan, se lanzan, se pegan, se arañan. Y a pesar de su derrotismo, es
como si se aferraran aún a cambiar la vida, a mordiscos o a golpe seco. A
Yesebell Sechar, Yhan Koronel y Alberto Ninaski tal vez o los une el lenguaje
pero sí el anhelo roto. Llevan el desierto a donde van, tierra pegada entre los
orificios de sus suelas, estos 3 poetas letrasérticos presienten a la poesía
como una sonda, carnada, un estetoscopio que lanzan al desierto, para ver si éste
da señales de vida, pero también señales de muerto.
Mario Carazas
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