“Poéticas del Desierto”, a.k.a “estos tres de
Tacna”, más que una antología, es una muestra encarnizada que da cuenta de tres
formas divergentes de entender la realidad a través de la palabra. Lecturas, no
se deje engañar por el título, alejadas de la idea de nación, territorio e
incluso desierto, al menos de forma literal y representativa; yo me atrevería
incluso a decir que el libro pretende deslindarse con urgencia de la idea de
poesía como los interlocutores de la ciudad y alrededores en que se gesta el
libro (Tacna, conocida también como “la Heroica”), lo entienden. No en vano el
poeta Mario Carazas, prologuista de la selección, señala con acierto:
“Esta poética del desierto es movimiento en
pleno acto, una poesía reconociéndose hito en la literatura tacneña, una poética
que se robustece, devorando autores, escupiendo los huesos de su mayores y
cascando lo aún comestible que contienen. Estos poetas no hablan de bodegones,
campiñas o de casas tradicionales con mojinete, ni de algún héroe del
cautiverio, ni del lodo, eso nunca”.
Salta a la vista, cómo la escritura poética de
Koronel, Ninaski y Sechar se abalanza sobre la prosa, el fragmento epigramático,
el micro-relato, la grafía inconclusa y onomatopéyica y, en definitiva, el
ensayo, en esa medida la exposición al error, a la radiografía y dispersión es
clara, tanto como la reflexión que cada autor guarda sobre su proceso creativo,
las motivaciones del kamikaze (Koronel), caput, una cabeza cercenada de Gorgona
(Ninaski) y la alquimia (Sechar), que siempre arriesga no devenir en oro, sino
preservar la condición de plomo y en el mejor de los casos tornarse una materia
ignota.
A propósito de ello, quiero detenerme en esa
materia que nos convoca.
Ninaski, quien dice no entender el
significado del oficio poético y su valor, sin embargo, se arroja con la
precisión de una máquina documental, fría e impersonal, a esbozar en sus mejores
textos, aquellos que subliman toda presencia del yo y el canto, la
materialización de una voz afín a la técnica de Ludovico, capaz de engendrar una
sucesión de escenas mitológicas y, desde luego, también desmitificaciones de
personajes y criaturas fantasmáticas como el Catoblepas, que con frenesí
fusionan el tecnolecto con axiomas y actos desensibilizados por la cotidianidad
y la producción en serie, no hablo solo de zapatillas y filmes desechables, sino
también de hombres, mujeres, sus desencuentros y transacciones, pues cada
invocación, más allá de estar plasmada con la coloquialismo del cojudo, está
cortada transversalmente por la intermedialidad y el ensamblaje de hardware
sobre la carne y plástico.
“Primero el miserable torrente de
electricidad en la memoria atrabiliaria del pensamiento / Las palancas
desesperadas como palabras a punto de parir / En la atmósfera del satélite
000F75 el descomunal tanteo en el manubrio desconfigurado de los gusanos / ton
ni son cuando golpea la sinfonía más inmensa del cojudo”
Koronel, a diferencia de su compañero,
revela un lirismo en apariencia convencional, el cual raudamente se fisura por
su notoria vocación intertextual, además de la alusión constante a un universo
mítico de cuerpos celestes, astros que se hibridan con elementos tomados de la
praxis médica y la escatología, extraña simbiosis de neologismos que sitúan al
lector en una atmósfera clínica de líquidos que bien pueden ser parte de una
matriz uterina, una vorágine de fonemas o excrecencias y quizá tan solo el fondo
de un brebaje compuesto por tripas y hierbas aromáticas.
“VEO ESCOLOPENDRAS AEROESTÁTICAS
Soy el vértigo que quedó atrapado en un vómito
Agrio escupitajo, embutido de alcohol y yerbabuena
Extrañas dimensiones que rayan nuestros ojos
Se aceleran las callejuelas empastadas de pasos
Aquella muchacha pulula el éxtasis, aquel el latrocinio
Soy el vértigo que quedó atrapado en un vómito
Agrio escupitajo, embutido de alcohol y yerbabuena
Extrañas dimensiones que rayan nuestros ojos
Se aceleran las callejuelas empastadas de pasos
Aquella muchacha pulula el éxtasis, aquel el latrocinio
Nada Más fonema que mi silencio calcado en
el hielo”
Sechar presenta en sus textos una mirada
intimista e intrahistórica de la mirada que se construye sobre el yo, sin
escatimar en diálogos, apelaciones y relatos que recaen en la figura materna, el
quiebre y la tensión con la poética de los dos autores que la acompañan es
evidente, pues rasgos como la violencia, el desasosiego, e incluso el mismo
cuestionamiento de la identidad personal y social, adoptan formas más sutiles,
las imágenes que la poesía genera discurren entre visiones oníricas de sirenas y
ciempiés gigantes, frente a retratos más mundanos de las calles de la infancia,
los amigos, los zapatos.
Cierro mi perspectiva frente al libro,
señalando que me he cuidado de hacer esta presentación eludiendo la palabra
nuevo – adjetivo que comúnmente usamos como sinónimo de avance, movilidad,
progreso, como si sospechosamente todo cambio debiera estar cualificado por una
adición, por un aire positivo de fichas extasiadas que saltan por el tablero
hacia una meta, olvidando así el desgaste, la degradación, lo putrefacto de los
cuerpos, o el estancamiento y la polución como formas también validas de
movilidad, restarse puede ser otra opción y ahí creo que radica la médula de
esta propuesta editorial y del proyecto de libro: no en pensar la poesía, Tacna
y sus alrededores como una planicie o espacio para una toma, para la
edificación, tan cara al constructivismo, o el punto de partida de un sueño (el
terreno para sembrar un futuro); todo lo contrario, creo que la radicalidad en
lo sincero de estas voces, está en otear el panorama desolado y entender que la
atmósfera que los rodea –ese desierto- es además una prueba de la devastación,
las ruinas de la ciudad, una batalla perdida ante la máquina, los mitos, el
software y los canales que atraviesan nuestros ojos y oídos, las familias y
todas sus relaciones trazadas y transadas por el comercio del tiempo y su
utilidad, de modo que si el oficio inútil de la escritura, desprestigiado por la
pragmática del almacenero y vendedor, tiene una oportunidad, los sonidos y
estertores viajarán desde esa latitud, otrora conocida como Caplina, “extrayendo
el ATP de la realidad”.
Daniel
Rojas Pachas
San Marcos de Arica 2012
San Marcos de Arica 2012
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