miércoles, 27 de febrero de 2013
IMÁGENES DE LA PRESENTACIÓN DE "HISTERIAS COLECTIVAS"
"Histerias Colectivas", es una muestra de la nueva narrativa tacneña. La integran los miembros del grupo Letrasértica: Miler Huanca, Enrique Cuautli, Richard Navarro, Raúl Miranda y Juan Quispe Machaca. El libro se presentó al público en general, al aire libre, en la plaza Colón. Se vendió al simbólico precio de s/. 1.00 (un nuevo sol). He aquí las imágenes respectivas.
Luis Céline (poemas)
LUIS CÈLINE (Tacna, 1989).- Poeta.
Estudiante de Gastronomía. Ha publicado parte de su obra poética en la revista Letrasértica. En la actualidad trabaja
en la edición de un poemario.
***NADIA***
I
En el color amarillo de un acónito
cultivado en mi pupila:
su mirada,
un áureo floripondio de mil campanas fúnebres
se clava
II
Dicen que su tiempo es inexacto y que su sombra no
cubre el río
sino el río cubre los espacios dejados de lado por
su presencia imperecedera
en este desnudo y eternamente erecto cerebro de
dildo suicida
de joya ridícula
robada por un sodomita ladrón de fálicas reliquias.
III
ESE
honesto hombre ese
yo que se colgó
cinco metros de poesía y cuerda en el hipotálamo
fuera del alma
y fuera de todo universo.
Que no tiene pies
sino avenidas atiborradas de camiones salvajes
se volvió
escarabajo de las palabras
que no son mías
sino las del deseo de perderme en Nadia.
IV
Motocicleta con bucles, Nadia.
Pensamientos de los colores de la música que tañen
el abrir y cerrar de las braguetas
de narcisos rijosos
y filósofos solipsistas del black
metal,
Nadia.
Reunión de gourmets y catadores
de mierdas y orines
en el páramo de las cadenas de rockeros y punketos
borrachos
por el
doloroso infierno de la vida en espera del más allá:
Nada
Nadia, ese hongo alucinógeno que se saltea se sirve en
plato de hierba para engordar la ingente
barriga de
la religión budista y no budista, caótica y no católica, beoda y no aeda.
V
A Nadia se la comen cruda
en un jardín que se pierde en mis anhelos.
Las flores la penetran con sus pistilos lubricados
de armonía y gozo
a través de sus pupilas góticas
mientras el viento jadea de tanto onanismo
involuntario
en ese jardín que se pierde
cuando ella se viste o cuando uno se distrae a
observar
a los hijoeputas poetas que la acosan solapados
debajo de una piedra
escribiendo en sus pupilas los cadenciosos
movimientos de sus pechos
-los oníricos labios de la lascivia morenaal
sacudir las caderas en el llano aspaviento de pasión
VI
NADIA
Nadia claro que sé escribir
tu nombre
N
A
D
I
A
tu nombre
Si practico en mis sueños la masturbación
con las letras
N-A-D-I-A
Nadia. Nadia buena y nada mala.
Juan Quispe Machaca (cuentos)
JUAN QUISPE
MACHACA.- Estudiante
de Sociales. Narrador autodidacta. Ha publicado cuentos en la revista Letrasértica. Ha publicado un libro de
cuentos titulado Mala Hierba (Khorekhenkhe, 2012). Forma parte de la antología
de nueva narrativa tacneña Histerias
Colectivas (Khorekhenkhe, 2013). En la actualidad trabaja en su segundo
libro de cuentos.
MI QUINTA MONEDA
Hay
una muchedumbre siempre bulliciosa que mantiene sepultado “la esquina dolores”.
Es imposible no detenerse en aquel triángulo de surtidas bodegas, o por lo
menos eso me sucede a mí, por eso le fui tomando un gusto peligroso a detener
el mundo en su vereda y por unos segundos asomar el cuerpo a la intemperie con
la sola intención de joderme el alma en el bramido de los motores de la ciudad.
Nadie
seguramente sabe de la existencia de “la esquina dolores”, a pesar de que es
paso obligado de media ciudad. Todos los
buses pasan por ella, y se arrastran
para coger y llevarte al mismo sitio de donde saliste. Hoy no quiero ir
a ninguna parte, tengo cinco monedas en el bolsillo, y una estupenda excusa
para quedarme en “la esquina dolores”. Las bodegas que dan a “la esquina
dolores”, son pequeñas tiendas donde se ofrecen de las más variadas baratijas,
la gente compra con desenfreno y no me queda otra opción que unirme al entusiasmo
fanático de cliente feliz, aunque sólo tengo cinco monedas de esas que no valen
nada; digo: “mejor un buen plato de
lentejas y luego si me sobra, recién puedo pensar en la baratijas” mientras
voy planeando en qué gastar mis cinco monedas. Me pongo a caminar de lo más
decente posible ¿Qué se puede conseguir con cinco monedas? Algo que no valga
nada, “pero hay muchas cosas para alguien
que sonríe” me dijeron alguna vez, “sólo
tienes que levantar la mirada y caminar derecho, y olvídate ese paso de Cantinflas.” “Hasta puede que valga mucho si persuades tus temores, saques el peine
del bolsillo y te lo pases por la cabeza. Todo puede suceder, sólo sonríe como
todos”, me digo.
Sorteando
a la gente y alejado a media cuadra está el mercado más cerca. La puerta es un
hervidero aún mayor, los rostros risueños me contagian de optimismo. En la
estrada, una camada de mendigos con las manos tendidas, me hace un recibimiento
colorido; todos piden una moneda obligando a las almas con exceso de caridad
depositar las sobras de su opulencia en
los “botecitos” que tienen. Yo no tengo exceso de caridad, sólo quiero comer un
plato de lentejas. “Una monedita que le
va ir bien”, me dice uno que tiene los ojos perdidos en el fango lechoso de
la ceguera y yo, conmovido por aquello, sin dudarlo le doy una de mis cinco
monedas. “El desprendimiento hace bien,
joven”, me dice una mujer que
también acaba de echar dos monedas en el
recipiente del mendigo.
Apuro
el paso hacia el interior del mercado y no puedo deshacerme de aquellas
suplicantes voces. Algunos tenían un acento de autoridad; unos más sumisos,
alguno que otro silencioso pero aquel al que le di mi quinta moneda tenía una
disciplina y un aspecto más dramático para los pedidos que estoy seguro
convencerían hasta el menos caritativo. Ya en el interior unas jovencitas me
asaltan con sus ofrecimientos, las respondo con amabilidad a todas: “quiero saber qué venden y todos me dicen
que venden menú, yo sólo quiero lentejas”, y todas dicen que tienen, pero la que me
tomó del brazo con la delicadeza de una amante me convenció para llevarme a su
puesto de comidas. Antes de sentarme le pregunté el precio, ella me dijo que
valía cuatro monedas de esas que no valen nada, entonces le pedí que me
sirviera. Mientras espero el pedido alguien me toma de los hombros y pregunta: “me puede ayudar a sentarme?”, con mucha prestancia me ofrezco a ayudarle, “me puede coger el bastón?” me vuelve a
preguntar, a lo que digo “sí hombre,
faltaba más. Siéntese tranquilo que yo me encargo de acomodar su bastón.”
Su aspecto era de un hombre no menor de cincuenta años, traía unos lentes
oscuros para cubrir ese motivo que no le permitía ver. Presumí de una ceguera u
otra enfermedad peor. Tal vez la misma enfermedad del hombre al que le di mi
quinta moneda, al fin y al cabo una ayuda siempre es gratificante. “Uno se
siente tan bien cuando realiza una buena acción”, me decía la maestra de la
primaria. En ese momento lo que más me complacía era no tener que preocuparme por un extraño sentado en mi
mesa, no estaré al tanto de mis movimientos, y él no se incomodará de mi
presencia, no estará al acecho de mis
deficiencias, y lo mejor, no tendré que
tramar una conversación para justificar las circunstancias.
La
muchacha puso el plato de lentejas en la mesa y le pidió al hombre su pedido,
“cuánto vale el menú?”, inquirió éste, “cuatro monedas señor” respondió la muchacha. “Tráigame cualquiera pero póngale
como siempre un huevo frito encima y no se olvide la gaseosa personal como debe
ser”. Refiriéndose a mí, me dijo: “joven,
usted es joven no? Perdona si me estoy equivocando”, ante mi tímida
respuesta y luego de un silencio agregó “uno
tiene que darse sus gustitos que para eso trabaja”, y diciendo esto se sacó
los lentes. En ese momento perdí el apetito por el impacto de aquellos mismos
ojos lechosos y por el precio de mi caridad.
“La
esquina dolores” es mi refugio, me pararé a un metro del poste del semáforo e
intentaré recordar quién fue el hijo de puta que me enseñó la caridad.
Miler Huanca (Cuentos)
MILER HUANCA.- Escritor. Estudiante de Letras. Parte de su obra se ha publicado en la revista Letrasértica. En el 2012 publicó una plaquette titulada Rigor Mortis. Forma parte de la antología de la nueva narrativa tacneña Histerias Colectivas (Khorekhenkhe, 2013). Prepara un libro de cuentos.
APARECEN CUANDO NO ESTÁS MIRANDO
Hay pequeños bichos que caminan alrededor mío. Aparecen cuando mi vista está centrada con atención en algún objeto, me distraigo un instante para verlos y en seguida han dejado de moverse, se han transformado en alguna mancha sobre la pared o en un pequeño papel arrojado en el piso o simplemente son ahora parte de otro objeto, un botón de una camisa, una letra en un calendario, el agujero del interruptor de corriente, la hilera de mis zapatos o el envoltorio de una galleta.
Estoy viendo cosas donde no las hay, eso he pensado, mejor dicho, en este caso, bichos donde no los hay. Empiezo a dudar también si lo bichos que he visto anoche son también producto de mi imaginación o eran reales, una mariposita de esas que aparecen de noche atraídas por la luz, hormigas, muchas de ellas, pero eso parece tan común, y unos pequeños insectos semejantes a diminutas cucarachas; maté una que subía por la pared, al lado de donde estaba sentado leyendo un libro.
Luego, más tarde, algo ha caído en mi rostro, me lo quité batiendo las manos torpemente sobre la cara, ha caído dentro de mi camisa, lo sentí caminar por mi pecho, en el vientre, me incomodaban aquellas patitas o alas o lo que fuera, pues aún no sabía qué clase de insecto era al que me enfrentaba, cuando retiré mi mano del interior de la camisa, el insecto estaba sobre mis dedos, ¿el mismo que maté en la pared y cayó al piso?, si fue el mismo, pues lo volví a matar. No se iba de mi mente ese pensamiento, es el mismo insecto de hace rato. Tal vez ningún insecto, puesto que nunca me aseguré de mirar, de buscar sus cadáveres en el piso, después de que los maté. No busqué al primero que maté porque no tenía importancia, no busqué al primero después de matar al segundo, porque creí que era el mismo, no busqué al segundo que maté porque de ser el mismo del principio… no, los insectos no reviven; y no busqué, después de pensarlo tanto, ninguno de los dos cadáveres porque tuve miedo de no encontrar ninguno, y no porque temiera al hecho de que hayan podido volver a la vida y haberse escapado, sino que me perturbaba la idea de que al igual que los anteriores insectos imaginarios, que sólo veía y no sentía, estos últimos, los que maté, tampoco existían, pese a que los había sentido con la mano.
Enrique Cuautli (cuentos)
ENRIQUE
CUAUTLI (Tacna,
1991).- Escritor. Estudiante de Sociales. Parte de sus cuentos se han publicado
en la revista Letrasértica. Forma
parte de la antología de la nueva narrativa tacneña Histerias Colectivas (Khorekhenkhe, 2013). En la actualidad trabaja
en un libro de cuentos.
VENGO CON ÉL
“Causita, tendría tu edad”, me
reiteraste con voz ya quebrantada, excusando esa mirada de pendejo, tan viva y
profunda para luego clavarla fijamente en el último vaso de ron que tenías ya
bien servido en la mano mientras con la otra estrujabas el recipiente vacío
como para hacer estallar en mil pedazos ese recuerdo que aún se encontraba ahí,
en ese vaso que no se podía beber como cualquier trago. Sólo atinaste a secarlo
de un solo sorbo para voltearlo vehemente sobre la mesa de cedro puro y áspero.
Vaso y botella quedaron vacíos, mas no los recuerdos de antaño que emergieron
ese día producto de la tranca. Lo que el trago hizo aquél día, ahora es un
milagro.
Aquél
verano pasado coincidimos en un trabajito temporal en las playas de la Viña del
Var, al noroeste de Santiago de Chile. Contrariamente a lo que suele suceder
entre un cocinero y su ayudante, nos hicimos hermanos, causitas, chocheras...
Bronca con los rotos, boliches o con los gauchos, entre peruchos nunca jamás,
eso era ley, al menos donde trabajábamos nosotros; ni la cajerita chilena, ni
esa pendeja nos pudo distanciar cuando los dos plantamos los ojos sobre ella;
la mina no se quedó con ninguno de los dos: al fin y al cabo, terminó
quedándose con ese boliche de mierda que hasta ahora no capto qué le habrá
visto.
Los
días en las playas de Viña del Mar pasaron entre sol, las olas, la arena, los
conciertos nocturnos infaltables, el desfile de las gaviotas, los mariscos y
los ceviches bien chilenizados a lo peruano. En sí, no hubo pena ni gloria,
sólo el último día antes de que el contrato expire y la PDI nos cache por
ilegales, nos fuimos a un barcito para despedirnos a lo peruano, cómo olvidarlo
sí fue una despedida bien a lo nuestro: entre tragos, lágrimas y recuerdos. El
futuro era incierto, eso de ser causitas ya sólo quedaría en los recuerdos de
los buenos momentos que pasamos en esas playas del país sureño. Tú te quedarías
en un restaurante peruano allá en Antofagasta (es lo bueno de ser un cocinero
peruano, profesional y reconocido en todo Chile), y yo me regresaría a Moquegua
para descansar por unos días en la casa de mis padres para luego embarcarme a
Lima y así completar mis estudios de bartender en GOURMET BAR.
Prometí
regresar en el verano siguiente apenas terminada la carrera, pero el trabajar
juntos, otra vez, ya quedó como un hecho consumado. Y sí que pasamos buenos
momentos allá, pero más recuerdo ese último día en el bar, cuando entre copas
hablamos un poco de todo, mientras la noche como nunca avanzaba sigilosamente
con el murmullo de las olas estrellándose pacíficamente entre arenas y rocas,
con las estrellas espiándonos desde la inmensidad y el sonido de los ensayos de
una orquesta de salsa que se oía apenas, mientras en el bar, en ese antrito, el
grupo “Los Maravillosos” de Tacna sonaba en dos parlantitos a full volumen.
Después
de todo, la estadía en las playas del sur no podía ser mejor ni peor; peor,
porque allá no nos encontrábamos de vacaciones ni nada por el estilo, sino por
motivos exclusivamente de trabajo y teníamos que sacarnos la mugre por tres
meses completos como decía el contrato; mejor, porque son pocos los afortunados
en trabajar en zonas tan exclusivas como Viña del Mar, ganar buenos billetes y
por lo menos sentir tan cerca a las estrellas mundiales de la música en la
semana de nominaciones a los premios. Experiencias inolvidables con las minas,
broncas infaltables con los cabritos culeaos, boliches o gauchos de nuestra misma
calaña, anécdotas por doquier con los veraneantes que degustaban en la
cevichería “La Caleta”, ¡qué vida después de todo!
Sin
embargo, nos jodía —nos
jode—
trabajar afuera, aunque se gane bien, aunque aprendes nuevos modales, nuevos
dejos, costumbres diferentes… aunque afuera te sientes más peruano que nunca,
no es lo mismo. Jode el no poder servir a tu patria, el estar en un país
extraño sacándote la mierda por falta de oportunidades en el nuestro. Jode el
no estar con la familia, con los amigos y demás parientes.
En el
bar, a medida que avanzamos con las copas, carcajadas, reflexiones, gritos
eufóricos, gritos lacrimosos, lamentos, llantos recuerdos... Los recuerdos de
los amigos de infancia, la familia, allá en Tacna los tuyos y en Moquegua los
míos, los recuerdos de la niñez, ¡sí eso!, los recuerdos de la niñez siempre
son dramáticos, de unos más que de otros, los tuyos más que los míos. Te
quebraste al recordar tu infancia, luego huyó de tu rostro esa mirada presumida
tan característica, con el recuerdo específico en la mente agarraste la
botella, la vaciaste y el ron te lo tomaste de un solo sorbo, intentaste romper
la botella, lloraste:
“Espero que sea como yo, un pendejazo
con las minas, en el estudio, en la pega y con la vida misma también. Mi mamá
desde aquél día se enfermó, pero siempre lo recuerda y a veces cuando yo llego
a casa de vacaciones, después de estar tiempo afuera, ella me ve, me abraza y
llora, llora porque cree que soy él quien por fin ha vuelto a casa, llora
porque me parezco tanto a él me dice, dice que éramos tan iguales, él un
poquito más blanquiñoso nada más, pero en el resto éramos como dos gotas de
agua de un mismo caño. Mierda, nunca lo voy a olvidar causita, cojuda también
mi vieja por parte, ¿cómo los va a dejar encargado a un chibolo de siete años?,
cierto, siete años tenía yo cuando pasó la cosa. Más o menos lo recuerdo, había
un compartir o algo así en el complejo deportivo del barrio donde vivíamos
antes, en la calle Freyre detrás de la Plaza de la Bandera en Para Chico. Te
cuento pues: mamá me dejó encargado a mis dos hermanitos, Carla y él, Richard
se llamaba, ¡joder, así se llama! Siempre hablo de él como si estuviera muerto,
mierda... Mamá fue a jugar vóley, después de sentarnos bien juntitos en el
parque, ahí cerquita nomas, cómo o para qué miércoles me habré movido de ahí
pues, no recuerdo muy bien, sólo que al final de la partida de vóley, ya casi
al atardecer, mamá lloraba desconsoladamente. Se habían perdido los dos,
causita… y fue mi culpa, todo; alguien se los había llevado, yo los había
fregado. A Carla la encontramos después de dos meses en una guardería que
quedaba por el centro y al otro nada, hasta ahorita, por eso te digo que
tendría tu edad causita, tiene tu edad. Mamá dice que está vivo, no sé cómo lo
sabe pero está vivo dice, lo presiente, el instinto de madre supongo, yo no sé,
en algún lugar del mundo, cómo y con quién estará, estará trabajando o estudiando
o vagando, pasando la vida como rico o sacándose la mierda para sobrevivir, yo
no sé causita, no sé, pero eso sí, te lo puedo asegurar que en algún lugar del
planeta debe estar jodiendo a todo el mundo, debe ser tan o más fregado que yo,
¿bien jodido soy, cierto? Ahh jajaja, ¡así debe ser él!, estoy seguro, eso de
ser pendejazo lo llevamos en la sangre los Barrazueta”.
Sí
pues causita, yo no sé cómo miércoles pero tiene el mismo peinado de Neymar que
tú llevas, dos pendientes de marica como los tuyos, tus ojos despabilados, tu
contextura, y hasta parece más jodido que tú, ahora que justo —por esas casualidades de la vida que
nunca entenderé— se
sienta a mi lado y está empezando a joder a la flaquita del asiento posterior.
El bus está ya casi listo para partir hacia la ciudad heroica. ¿Dónde estarás?
Vengo con él.
Richard Navarro (cuentos)
RICHARD
NAVARRO (Puno
1993).- Escritor. Actualmente cursa estudios en la carrera de Letras. Ha
publicado poemas bajo el título de Miscelánea
del Tiempo (2009). Parte de su obra narrativa está publicada en la revista
Letrasértica. Forma parte de la antología “Histerias
colectivas” (Khorekhenkhe, 2013).
NOVIEMBRE 22
Noviembre
22, 00:00 a.m., las hojas del otoño se tiñen color esperanza. Habitación 2-A,
cama N° 5, cuarto piso, pabellón de psiquiatría. Escucho los quejidos del
pasadizo sólo cuando el silencio me invade y rapto soledades para alimentar mi
niebla. Por eso en cada escalera escribo las grafías de mi nombre, ellos no lo
ven, excepto mi enfermera.
06:00
a.m., todos se asean, menos yo; la razón es simple: lo hice mientras ustedes
dormían. —¿Dormir?,
nunca lo hice. —¿Y
en tu niñez, tu adolescencia? —Jamás, soy
singular. Habito en mentes, estuve siempre en cama con los ojos fijados en cada
movimiento psicofísico. La realidad es compleja y por naturaleza lo son
ustedes, casi como este desayuno que me saluda.
08:00
a.m., el tiempo y el espacio me concibieron en matrimonio y aquel maldito
reloj, producto humano, no hace más que mentir a sus progenitores. Así, los
médicos no hacen más que cumplir su labor para disimular la desgracia pública
de la salud; recetan medicinas que ni en su propia institución venden. Llevo
más de cinco años escuchando la misma lista, el mismo apellido y hasta la misma
postura. —Déjense de vandalismos, dejen que nuevos médicos entiendan mi
situación—. Pasado mañana volverán, mientras el hambre come
otro apetito; y así descaradamente esta apetencia engulle la mía.
Recuerdo
el porqué de mi situación, todo era maravilloso, había logrado la cristalidad. Me movía entre banderas y
pañuelos blancos; había ganado la guerra; me ascendieron de grado y llegué a
ser el jefe. Pasó el tiempo y vi que sentado, mirar y mandar y sólo firmar
papeles no era más que una obesidad que poblaba mi nuevo estado. Así que me
retiré y me fui al campo, la naturaleza, nuevo ambiente, conocí el amor, tuve
familia. Trabajé duro y volvió la guerra, la misma situación. Cada vez era la
misma, vivía en círculo, ésta se hacía eterna y eterna. No envejecía. Estoy ya
hace siglos y seguro que aquí en unas horas escucharé bombardeos extranjeros,
porque como hoy siempre gané la guerra. Así que será en vano que haya tal
conflicto y es que de un crujir ahuyentaré a todos ellos y los convertiré en
polvo, porque de polvo se hicieron.
A
esta hora solía —cuando
era adolescente—
tramar un suicidio; por eso tengo el recuerdo vivo y no hago más que volver en
mis lágrimas; cuánto daño hice, cuánto dolor causé, cuántas ambulancias me
transfirieron del nosocomio y es que nunca morí; soy eterno, cualquier acto no
acabará conmigo. Sólo alguien puede cegar mi pupila, a ella la veo cantar en
cada noche cuando todos duermen, con los ojos, uno al otro compartimos nuestro
lecho. Y es que ella siempre salvó mi vida, en cada operación, en cada embalsamiento
estuvo presente.
10:30
a.m., nadie viene a mi lado, es la hora de visita; vestidos unos de pollera
otros de pantalón, charlan unas horas. Absorto y claro, escucho su pensamiento,
de algunos son puros, de otros impuros. Inmóvil, atracado en el catre, espero
la noche.
13:00
p.m., todos almuerzan, para mí nadie trae nada, ¿será porque tienen miedo?, yo
los saludo a todos cada día, ellos pasan desapercibidos sobre mi cabecera. —Son
humanos.
17:00
p.m., la cena vuelve para atizar el hambre. No como hace más de cientos de
años, basta la respiración y aquel saludo nocturno de mi enfermera que ansioso
espero.
22:00
p.m., vuelven los médicos internos, junto a ellos, al fin llega mi compañera;
ella es la única que con un guiño en su mirada sosiega mi cuerpo, viste de ángel; su canto es purificador, el
pasadizo se llena de orquesta y mi nombre empieza a lucir mostrando las
antorchas sembradas por los años.
Esto
no me agrada; por primera vez aquella balada es fúnebre, —¿De
quién será la despedida?—.Echa
alaridos, se posa en medio de mi habitación, realiza el culto y con ademán se
lanza sobre mi cuerpo; ambos cenamos nuestros cuerpos. El pasadizo retoma el
bullicio de los internos, las farolas arden hasta que nosotros tendidos sobre
la sábana nos hacemos polvo y este mi crujir sólo pronuncia la palabra: vi...da.
Raúl Miranda (cuentos)
RAÚL MIRANDA: Escritor. Egresado de la
facultad de Educación. Ha publicado el poemario El aullido de lo imaginable (Aytilaña, 2011). Ha publicado parte de
su obra narrativa en la revista Letrasértica.
Tiene inédito un libro de cuentos titulado La
oveja negra. Actualmente trabaja en la novela Paraíso de bestias.
(fargmento
de novela)
Amadeus
Ballesteros, miraba a su tía María sentada sobre unos muebles anticuados y
maltrechos por los años que habían sido utilizados. La comida siempre era la
misma desde aquella vez que partieron a la selva, un caldo hecho de patas de
gallina que, en repetidas veces, ya ni el grasiento sabor tenía. Ella era la
que iba y venía desde la cocina trayendo con una solemnidad aquellos platos
desabridos —en tradición de familia, era siempre la mujer quien atendía—. A pesar de
los años que llevaba, ya era una vieja achacosa con una aspergería fulgurante
como de unos veinte años. Amadeus era el huérfano traído de la sierra por la
muerte repentina de sus padres y el temor a que los campesinos se cobraran la
venganza con el niño. Junto a él, venía su gato y varias monedas
antiquísimas, no sólo era lo único que
había de heredar, a pesar de que muchos de sus ganados morían de fiebre
amarilla. Por eso se vino y como se deterioraba la relación en la comunidad con
el paso de los años o cuando en su niñez jugaba en los barrancos con las
arcillas que extraían, para elaborar hermosos animalitos y hombrecitos pequeños
y con ella se divertía hasta olvidárseles de los animales. Siempre acompañaba a
su tía en el que hacer de la casa, aunque ya sufría de enfermedades malignas, y
por eso tenía que sacudirse cada rato para acomodarse en la posición que le
sentaba bien. Y al día siguiente se repetía la misma rutina.
Amadeus, en ese
entretiempo, leía libros de hechicería, hechas por los brujos para salvar almas
y frenar que Lucifer ingrese a la casa. María sólo los domingos se
despojaba de sus vestimentas envejecidas para ponerse una manta larga y
una falda azulina hecha por ella misma. Era el momento donde recibía
bendiciones.
Amadeus
Ballesteros terminó de comer chamuscando los huesos y dejando la otra parte en
el plato. Para ir a descansar en la hamaca, iba mirando por la ventana, la
calle iba desmoronándose de su erguida presencia, con cierta altanería miraba
de reojo a su tía con la confianza de siempre, aunque la miopía se quería
apoderar de su vista. Su cuerpo era extremadamente delgado, poseía un rictus
desde la coronilla hasta el talón de sus pies, y las zozobras de sus penas no
se expresaban por la fuerza descomunal que poseía como de un gigante en sus un
metro sesenta, y se engrandaba más y sus
desagradables posturas y gestos hacían de él un hombre duro, maltratado por la
vida a su adusta y sombría vivencia, con su corte militar y su nariz recta,
elevada de sus ojos, escogidas por las cejas que distinguía la armoniosa
estructura de sus huesos largos. Y sus pasos a trancos y espatulados. Sin
embargo tenía mal humor ya que su locura enfermiza podía causar cierta lástima a
otra persona, aunque todas esas represiones había adquirido en la etapa de su
niñez; cuando tenía que esconderse en las catacumbas de los cerros, para que no
se lo llevaran a la mina ni a los templos como esclavo o, si era tan feo, ser
asesinado en la misma comunidad por aquellos blancos que controlaban el país
cuyo lema era “exterminio a los indios”, fue ahí donde murieron sus padres, por
eso siempre aquella ira nunca pudo controlarla por la rabia que acumuló a lo
largo de la vida , y así se convirtió en un ser violento con un rasgo de mal
genio.
—Nunca más
iré a la selva—dijo.
Tal vez fue
una decisión anhelada de tantos años de dinero fácil, esa frase despiadada se
remontaba a que la vida no tenía sentido, sólo deseaba seguir viviendo una vida
de anacoreta. Aunque en la selva había dejado plantado unas innumerables
cantidades de hectáreas de coca, para su procesamiento a cocaína y, que los
negocios iban ampliándose en todo el Huallaga por los carteles de grandes
narcotraficantes que a él lo tenían marcado por los negocios ilícitos que había
realizado; ahora, nada ni nadie podría cambiar su decisión, con razón o sin
razón, aunque la mafia tema que este
tirando dedo o aunque pierda miles de dólares, no había ningún razón de
contagiarse cruelmente con los mosquitos y las malas noches de dormir sobre la
misma cama a tierra mojada en la selva. Sin Meregilda no había ningún motivo
para hacerse rico a costa del peligro.
—¡No puedes
seguir así, Amadeus! —replicó
María—, tendrás que buscar trabajo, así podrás estudiar o vivir una vida cómoda.
PRESENTACIÓN DE LETRASÉRTICA II
Por Mario Carazas Conde
Labor titánica la de crear escorrentías de agua sobre las arenas calientes del desierto. LETRASÉRTICA, una revista para escapar del tedio y de la monocromía de una ciudad que cada vez quiere parecerse a todas y termina pareciéndose a nada. No cabe duda que este es un trabajo en equipo, pero ese equipo debe estar dotado de una visión, un esclarecido en la alta “torre de los alucinados”, como reza uno de los títulos del vate Alejandro Romualdo. Aplaudimos a quien por hoy lleva la batuta de este grave proyecto, el señor Wilmer Kutipa Luque. Allí donde la gente por cansancio sólo quiere citar a dos o tres vacas sagradas de las letras de Tacna, LETRASÉRTICA se propone el desafío de ampliar el abanico, confirmando que hay una nueva y expectante generación de jóvenes narradores y poetas. Siempre habrá la duda sana y legítima, acerca de cuántos de ellos persistirán en este duro oficio de las letras que, como diría el poeta Manuel Morales, “este oficio en el Perú no se lo recomiendo ni a supermán”. Pero así como hay una duda, existe la insana curiosidad y expectativa sobre quiénes vendrán después, quienes serán descubiertos y oxigenarán a los futuros números de LETRASÉRTICA.
A continuación haré un rápido recuento del contenido del segundo número de LETRASÉRTICA. Dividida en 3 secciones, perdonen si no toco a alguno, pero será el tiempo y el viento los que los irá moldeando, recuerde el lector y el aspirante a escritor que no hay crítica capaz que derribe tu voluntad de seguir escribiendo así como no hay halago suficiente para hacerle a uno creer “la última chupada del mango”.
En la sección Narrativa tenemos el cuento “Nicasio Salteras”, de Raúl Miranda, donde el autor una vez más nos muestra su impecable agilidad en la escritura y unos diálogos memorables. No cabe duda que Raúl cada vez se muestra más cuajado en su narrativa.
De “Copete” de Yhan Coronel, recuerdo este fragmento “Y cuando el bus abandonaba los intestinos del pueblo abarrotado de casas y negocios, no pudo contener sus palabras internas; le florecieron muchos sentimientos en el pecho: Adiós Taltal, susurró.” Yhan no puede con su genio poético donde por ahora da sus mejores alcances.
En “La caída” de Ninaski, allí, donde locura y anarquismo se entremezclan, el personaje principal nos dice “¿Mandar? No, no, no yo no he nacido para mandar a nadie, en eso está el crimen del hombre”. Y es que poco a poco Ninaski nos va relatando el desmoronamiento de una mente. Pero el autor no puede ser sino compasivo con el personaje, porque tiene la delicadeza de acompañarlo en su caída hasta darle un toque de dignidad al malogrado Profesor Zurita.
En “No es la Maricha”, el ganador del premio El Búho, Dennis Arias, nacido en Arequipa, logra atrapar al lector en tan corto relato.
De Aldo Medinaceli nacido en La Paz, en su texto “Collage”, podemos atisbar cuadros de Jean Michel Basquiat o incluso de nuestro pintor nacional Cristian Bendayán. “Collage” es una babel de voces entrelazadas, cruzadas caóticas, superpuestas en un universo urbano e introspectivo.
“Epístola” de Getty Paco, es un relato intimista, que nos hace replantear el pasado y sobre todo reflexionar que a veces hay palabras que uno guarda y no las decimos porque así son las cosas y porque sí. Luego estos silencios regresan y como un eco interminable acaban siendo una almohada de resonancia que te acompaña en horas de insomnio descafeinado. Un texto conmovedor realmente.
En la segunda sección de Ensayos y artículos nos topamos con una crítica acuciosa de Daniel Rojas Pachas sobre Los patios de la Nación de Javier Norambuena. Daniel es ariqueño, un joven poeta y talentoso crítico, además de inextinguible y generoso director y fundador de la ya histórica editorial CINOSARGO que ha ganado su espacio no sólo a nivel de Arica-Tacna, sino con gran repercusión nacional en Chile llegando hasta el propio o mero México.
Destaca en dicha sección el discurso de Wilmer Kutipa Luque, que fue usado como presentación del libro de poesía “El aullido de lo imaginable” de Raúl Miranda. Wilmer logra capturar y embelesar al lector con algunos fragmentos bien logrados de la poesía de Raúl.
“Reflexiones sobre la crisis de una actitud crítica en la postmodernidad” de Manuel Vicente Otazú, nacido en Tacna, quien al parecer, cito textualmente los datos del autor, “luego de un intento de suicidio y de abandonarlo todo, decide en sus viajes al interior del país, escribir” para los que conocemos a Manolo y sus excesos de vitalidad, nos sorprende que haya querido dar fin a su vida, sabiendo que para él la vida es una yunsa por no decir un carnaval, aunque para ser exactos, él mismo es la yunsa humana. Manolo amenaza con una serie de ensayos sobre Derrida de pronta publicación.
En la tercera sección dedicada a la poesía tenemos a Augusto Toledo, un serio orfebre, un wrestler (de lucha grecorromana) de la palabra, que busca constantemente la precisión, “la palabra justa”; díganme si esto no es acaso el súmmum o nirvana de los que escriben poesía. Augusto ya ha ganado varios premios en nuestra heroica ciudad, Casa Basadre, Casa Zela, con lo que Augusto confirma que es un serio cazador y/o casero de premios…
Luz Luque Bárcena, estudiante de Psicología de la UPT. Vayan y averigüen porque Luz tiene la sensación que “Dios nos orina en cada lluvia invernal” como reza el título de uno de sus poemas. En dicho texto, Luz nos explica que es “porque los amaneceres no son los mismos y los gallos se atoran en sus cantos”
Luego viene el vendaval de poemas de Yhan Coronel, con clara influencia de poesía alemana: Holderlin, Novalis hasta Rilke pasando por los románticos ingleses. Si quieren leer un poema redondo, deléitense con “Plasiris” y su “He esnifado el fuego cósmico….” Yhan Coronel sin duda para su corta edad, 21 años, muestra una madurez en el logro de sus textos, dotándola además con la frescura desbordante propia de su juventud. La poesía de Yhan parece susurrarnos a nuestros oídos que “Hey, y esto es sólo el comienzo” y eso, señores, se aplaude.
Yesebell Sechar Velasco (de tan solo 18 años!) en ese poema titulado “Fuerte y suficiente”, sigue la tradición de esos poemas testimoniales, desgarrados, que en buena hora escribieran Dalmacia Ruiz en los 80 o María Emilia Cornejo en los 70. Yesebell va repitiendo como un mantra o letanía, esas recias y óseas palabras: Fuerte y suficiente, hasta lograr el efecto deseado y no tan sólo sonoro: el efecto de exorcizar y redimir a la figura de la madre.
Manolo Vicente (a) “Chopenauer”, no deja de lado su nihilismo en la poesía que compone y descompone, él lo expresa a su modo y escribe versos como: “No sé que diablos es la poesía. Total, estoy solo…”
Jorge Parra explora esa veta de la poesía a veces tan descuidada por los poetas contemporáneos: una serie de cuartetos al modo clásico con su rima respectiva.
Parix Cruzado de la ciudad de Trujillo nos recuerda que: “Me levanto y me acuesto… me caigo para lograr el paso y me tumbo de costado para no rodar”
Finalmente Ikaro nos deja estos versos de buena factura: “Gélido, entre mis tobillos solitarios, el aire se desliza como víbora de luz”
Esto es LETRASÉRTICA, suma de Lectores voraces, omnívoros y omnímodos de cuanta expresión artística esté a su alcance: textos narrativos, poéticos, los dibujos de Ninaski y el gran esfuerzo editorial. Todos ellos han unido o reunido sus manos, voluntades, cabellos, uñas y fluidos, para dar vida a este amasijo de literatura. Señor Estado, señoras instituciones públicas, señores funcionarios públicos, una vez más, muchas puertas cerradas, trámites con el sello “Vuelva usted mañana”. Señores, ustedes brillan por su ausencia, a lo mejor es la única forma de brillar que tienen en este adelgazado valle de Tacna. Casi como un arrebato podría decir que LETRASÉRTICA no será un fugaz testimonio escrito en arena, es un testimonio esculpido en piedra, vigorosa como la presencia irrefutable del desierto en Tacna. Larga vida a LETRASÉRTICA, pero sobre todo larga vida a todo ese motor humano que lo empuja.
Tacna, 5 de diciembre del 2011.
martes, 26 de febrero de 2013
Cher Santiago (poemas)
CHER SANTIAGO
(Tacna, 1989).- Poeta, estudiante de Turismo y Hotelería. Ha publicado en la
revista Letrasértica IV-V. Prepara
la publicación de su primer poemario.
“Hijo de emigrantes arequipeños, nací en Tacna en el
ochenta y nueve. Descubrí la poesía a través de la música y es mi condición
favorita de la vida. También el bodyboard y el ajedrez. Amatute con la
fotografía. Y feliz y gentil con los buses de las ciudades. Lo que prefiero es
siempre estar en un continuo viaje; experimentar el tantos porqué de todo, es
cansado en algún momento; prefiero ser libre de mi pensamiento. Ser atmósfera,
etéreo con sonidos, con palabras escritas en el aire. Estudio la carrera de turismo.
De joven leí a los clásicos. Bukoswki, Vallejo, Cioran, siempre los citaba,
ahora los dejó en paz, mi palabra es una nueva palabra cada vez que encuentro
el camino a ella.
No se me ocurre qué amar, si puede
ser cualquier cosa, que sea el aire, el carbón, las sombras, los destellos de
los diamantes, interpolándose en todo el espacio, juntos hasta llegar a ser,
hasta llegar a ser mi forma Antígona, mi par sin igual, mi pan con mantequilla,
mi soledad, medicamento and forever and ever amen.
Vivo detrás de los sonidos y todo es
frecuencia para mí, mecanismo y revoluciones, música electrónica, tangos, de
todos los países, ska, de todas las cosas, metal, la música, tu sonido
vertical; todo se puede convertir en un guión de una película barata, y todo
sería bueno, si hay un buen reparto e ingenio para las adversidades.
Como en el mar, así son mis
amistades, estamos ahí moviéndonos de un lado para el otro y nunca estamos
donde queremos estar. Así viene una ola. Una gran amistad, llegas a estar dentro
de ella, en un túnel de agua. Se acaba, van y vienen, unas son furiosas y te
dan la mejor experiencia, y al final de
todo (siempre) te quedas flotando ajeno
a la realidad.
Publicaré pronto algún libro, lo
juro.
POEMAS
HUIDA DE LOS AMANTES POR EL VALLE DE LOS ECOS
Venga
ese espíritu de cerveza
véngase
la desgracia
por
el uno por el otro
Y
si atacáramos el pequeño espacio que salta y sobra del sol
iríase
toda la mancha
la
Gabicha
el
sosiego
los amantes escaparían del bosque
por el valle
pero
por
cosas espiritosas
ponfundirían
el camino
abrirían la puerta de la
maternidad
así
como se abre el refrigerador a medianoche
buscando
la incomposición
El día ya parece invierno
los transgénicos los conversamos
capaz luego los comamos
Somos enemigos y aliados
que servimos a los que son lo que son
hombres de paja
En el Perú
su biodiversidad
expertos como Frankenstein
señalan a los cocineros
a los agrícolas
en listas negras
El día ya parece invierno
6 y 30 y oscuro
Último mes
último año
Convence el día si recuerdo
que en el mundo
tú y yo tenemos un niño
[EL PADRE EMBARAZADO]
A pesar de todo
y en bien de mi ciencia
diría que el estado peruano pagó para que su equipo fuera
a las eliminatorias Brasil ya que este se lo pidió de buena gana
y alimentado por poderes que nunca sabremos
que dirigen nuestros sueños
que vagan entre los cielos
por donde se pasea dios
En bien de mi ciencia esto podría parecer ceviche sin lenguado
pero todos saben a lo que me refiero
lo que va detrás de la nuca
un chip lo lleva cualquiera
es el tiempo el que no se va
notas largas y tristes
del amor
que se desintegra a pesar de todo.
[SALTO A LA NIEBLA]
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