sábado, 2 de marzo de 2013

EDITORIAL DEL 3ER NÚMERO DE LA REVISTA LETRASÉRTICA


EDITORIAL O TESTIMONIO DE PARTE


¿Es razonable publicar una revista literaria en condiciones absolutamente desfavorables? La respuesta huelga. Si lo hacemos es -quizás, en parte- por mero ejercicio lúdico y hasta por cierta insana tendencia al autoescarnio. ¿Puede alguien tomarse en serio esto de la literatura? Todo se reduce al gozo, señores. Seamos sinceros, el libro es un arte(facto) de entretenimiento que cumple su  finalidad tanto como el licor, la música, las drogas o el sexo, sólo que contiene cierto grado de refinamiento que a uno le permite presumir de “intelectual”. Es verdad de Perogrullo que no porque uno lea más que el resto y tenga una biblioteca atiborrada de obras selectas, sea mejor persona, en el sentido moral. Pueblos ágrafos como el andino supieron elevarse a categoría ética que hoy nos causan asombro. “El pueblo está embrutecido porque no lee” dicen los sabihondos, ¿el pueblo no lee o estos farfulleros no saben leer la realidad? Hoy se lee más que nunca, ilustres doctoretes. Lee a diario el niño y el adolescente que va a los videojuegos. Leen los jóvenes twitteando en su blackberry o exhibiéndose por facebook; para éstos y miles de adultos con un mínimo de instrucción las redes sociales son la plataforma alternativa por excelencia, ni qué se diga del fenómeno internet donde se ha concentrado el conocimiento
universal y está al alcance de todos. Hasta los sectores más pauperizados se alimentan de la televisión y el periódico chicha que la gran prensa distribuye a granel. Sumado a esto la acción benéfica de la piratería que permite abaratar el costo de los libros. “Democratización de la cultura” le llaman, fenómeno demonizado por nuestra sagrada “intelligentzia”, hace no mucho Marco Aurelio Denegri puso el grito en el cielo: “Es que por estos medios la información viaja con mucha prisa, nada se retiene”, es cierto, pero ¿qué le vamos a hacer, acaso
cambiar el curso de la historia? Nos guste o no, esa es la realidad. El viejo concepto de “élite” ha sido pulverizado por el “demos”. ¿Será la inundación de los bárbaros anunciada por González Prada?

Tampoco se lea esta declaración como una apología al hedonismo elevado a la n potencia. No somos tan ingenuos. Creemos, como axiomatizara Oscar Wilde, que si hay una regla para medir el valor de una obra literaria, ésta debe ser dada exclusivamente por sus cualidades estéticas. Por tanto, nos tiene sin cuidado la temática de tal o cual texto; esto se hace plenamente verificable por el contenido de estas páginas donde confluyen, como en un mural de arte híbrido, los más variados matices; y obviamente no somos localistas, en este amplio collage de voces caben artistas de todas las procedencias, los de aquende y los de allende, todos hermanados por un vínculo generacional. Lo que sí, no es propósito nuestro convertirnos en tribuna de manifestaciones con tufillo político, sean éstas comunistas, fascistas, indigenistas, nacionalistas o feministas, que hay espacio para ellas en otras tiendas.

Y es evidente que publicamos esta revista, aparte del goce, por la sencilla razón de que en Tacna carecemos de una, lo que es entendible a sabiendas que la escena literaria en nuestra ciudad es paupérrima, por decir lo menos; y es que somos un pueblo horro de tradición literaria que no sea la que consagra el patrioterismo de banderita y escarapela, esa que se alimenta del odio a Chile, de exaltar con hipérbole el heroísmo de la mujer tacneña, la resistencia durante el cautiverio, el picante, la buganvilla, el techo mojinete, el río Caplina, la pileta y
la catedral. Patriotismo muy respetable, por cierto, pero que ha sido y es camisa de fuerza que nos tiene postrados literariamente en comparación con ciudades como Arequipa, Puno o Cusco (sólo para hablar del sur peruano) en las que sí es notoria la influencia de una verdadera tradición. Tan exigua es nuestra tradición tacneñista, que ha soslayado olímpicamente su herencia andina, casi nada se ha escrito de esa otra Tacna, la encubierta. Así y todo, hay quienes continúan repitiendo ese gastado estribillo “Tacna, tierra de poetas”; apenas podemos exhibir con menguado orgullo, y no sin beneficio de inventario, el legado de la “Bohemia Tacneña” de fines del siglo XIX y los trabajos de la generación de poetas del 70 del siglo pasado. En poesía dos o tres nombres de valía, en narrativa simplemente heredamos raquitismo. Es recién en estos últimos años que se viene forjando un atisbo en las obras de Torres Gárate y Gabriela Caballero en narrativa, a los que se suman Mario Carazas y Luis Chambilla en poesía, siguiendo la estela de los Velapatiño, Cancino y Fernández de Córdova, en ellos es posible hallar cierta inquietud que tiende a conformar un movimiento, y aunque deflagre al cabo de algún tiempo, su labor se verá cumplida en los retoños, estos muchachos que emprenden osada aventura, los Alberto Ninaski, Raúl Miranda, Yhan Coronel y otros; en ellos se deposita el porvenir de nuestra literatura. “¡Parricidas!”, dirán algunos, ¿cómo serlo si el erial apenas produce uno que otro grano de valor desigual? Por eso, nos vemos obligados a labrar el surco en pleno arenal, sembrando letras en el desierto y a fuerza de batallar contra el statu quo, acometemos la tarea de irrigar el suelo polvoriento donde hunde su hocico la medianía intelectual. Parafraseando al poeta Atahualpa Rodríguez: queremos remozar la escena quitándole las legañas que una forzada senectud le ha hecho filtrar sobre sus ojos provincianos. Ciertamente, nuestra actitud no es la del gallinazo que se posa sobre la catedral, traga restos de palomas que yacen muertas, se relame orondo, deposita sus necesidades en la cruz y se larga, mientras las beatas se persignan, el cura maldice a la horrenda criatura y las gentes elevan una oración. Espíritus perspicaces pueden deducir que hemos trocado la estantería repleta de libros mediocres por la cruz donde el gallinazo excreta, y no es así; respetamos esa anémica tradición que nos inspira un sentimiento afectivo del mismo modo que un enfermo de leucemia conmueve a la caridad cristiana. Visto el diagnóstico, se hace perentorio decir con Vallejo: hermanos, hay muchísimo que hacer. (…)

LETRASÉRTICA